KYRIE: Señor ten piedad (Liturgia - Cristóbal Fones)
GLORIA IN EXCELSIS DEO: Gloria (Liturgia - Paul-André Durocher)
ANTÍFONA DEL SALMO: De pie, a tu derecha (Salmo 44 - Marcelo Cid)
ANTES DEL EVANGELIO: Aleluya (Liturgia - Marcelo Cid)
DESPUÉS DEL EVANGELIO: Magníficat (Canto de Taizé)
ORACIÓN UNIVERSAL: Señor escúchanos (Cristóbal Fones)
PRESENTACIÓN DE DONES: Recibe ¡oh Dios!
SANCTUS: Santo (Liturgia - Cristóbal Fones)
ACLAMACIÓN CONMEMORATIVA: Anunciamos tu muerte (Liturgia - Marcelo Cid)
GRAN AMÉN: Amén (Liturgia - Marcelo Cid)
PATER NOSTER: Padre Nuestro (Sagrada Escritura - Gabriel Mendoza)
DOXOLOGÍA: Tuyo es el Reino (Liturgia - Marcelo Cid)
AGNUS DEI: Cordero de Dios (Liturgia - Claudio Jiménez - Grupo Betsaida)
COMUNIÓN: Alabanza y gloria a tu Nombre (Gocam, París)
REFLEXIÓN: Asunción de María al Cielo (José Kentenich - Bernardita Batlle Lathrop)
ENVÍO: María mírame (Grupo Betsaida)
Se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de la Alianza. Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz. Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio. Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: “Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías”.
R. ¡De pie a tu derecha está la Reina, Señor!
Una hija de reyes está de pie a tu derecha: es la reina, adornada con sus joyas y con oro de Ofir. R.
¡Escucha, hija mía, mira y presta atención! Olvida tu pueblo y tu casa paterna, y el rey se prendará de tu hermosura. Él es tu señor: inclínate ante él. R.
Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían, con gozo y alegría entran al palacio real. R.
2ª Lectura: 1 Corintios 15,20-27
Hermanos: Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección. En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos; luego, aquéllos que estén unidos a Él en el momento de su Venida. En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será vencido es la muerte, ya que Dios “todo lo sometió bajo sus pies”.
Aleluya.
Evangelio: Lucas 1,39-56
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. María dijo entonces: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquéllos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre”. María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
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